Unidos en la misión de Dios
Es sorprendente cómo la misión de Dios nos une. Cualquier misión humana cuenta con las contribuciones directas e indirectas de los demás. Sin embargo, esto requiere que las personas trabajen juntas y que sean partícipes de los mismos intereses, dones y habilidades de los demás. Para que esto suceda, debe haber cooperación a medida que las personas intentan llevarse bien o al menos tolerarse entre ellas. Ellas tratan de hacerlo con un interés en las ganancias materiales y mundanas.
En el reino de Dios, nuestra unidad se alimenta de medios más profundos y poderosos. A estos los conocemos como los medios de gracia. Para ser más exactos, estos medios no pueden ser definidos por nuestras habilidades o destrezas, sino más bien por el evangelio de Jesucristo, que podemos ver en su vida, muerte y resurrección.
Desde hace varias semanas, a pesar del distanciamiento social, la iglesia ha implementado medios creativos para fomentar la unidad. La mesa de la Cena del Señor es uno de eso medios. A través de esta práctica sacramental, nos acercamos a Jesucristo y somos habilitados, como iguales, no solo para pensar en los demás, sino también para hacer algo por los demás. Ese algo se traduce en palabras de ánimo, oraciones, el ejercitar los dones, la capacidad de soñar y prepararnos para el futuro.
Solo Dios puede mantenernos unidos de esta manera mientras nos enfocamos en la misión de Jesucristo. Somos personas imperfectas, cada una contribuyendo a la edificación del templo espiritual de Dios. Esto nos recuerda las palabras que el rey David usó para alentar a su hijo Salomón a dar lo mejor al proyecto del templo: “Además, David le dijo a su hijo Salomón: ¡Sé fuerte y valiente, y pon manos a la obra! No tengas miedo ni te desanimes, porque Dios el Señor, mi Dios, estará contigo. No te dejará ni te abandonará hasta que hayas terminado toda la obra del templo del Señor. Aquí tienes la organización de los sacerdotes y de los levitas para el servicio del templo de Dios. Además, contarás con la ayuda voluntaria de expertos en toda clase de trabajos. Los jefes y todo el pueblo estarán a tu disposición" (1 Crónicas 28: 20-21 NVI).
Usando la figura del templo de Salomón como ejemplo, podemos ver que debemos unirnos para edificar el templo de Dios. Juntos podemos llegar a una comprensión asombrosa del plan y las acciones de Dios, así como de nuestro papel y potencial en los propósitos de Dios. En el proyecto de Dios, hay algunas cosas que debemos tener en cuenta:
Primero, el Señor está con nosotros: "Dios el Señor, mi Dios, está contigo". Dentro del poder de decisión de David estaba el encontrar y contratar a los mejores planificadores, administradores, arquitectos, ingenieros y todo tipo de expertos disponibles para ayudar a Salomón. David hizo esto, pero quería que su hijo dependiera más de Dios que de cualquier otro ayudante. David tuvo una relación profundamente personal con Dios, a quien se refirió como, "mi Dios". Este Dios había liberado a David, lo había ungido con poder y ahora tendría una relación con su hijo, Salomón.
Los eventos actuales en nuestro mundo requieren sabiduría, comprensión, coraje y la voluntad para vencer los males. Necesitamos historiadores, sociólogos, políticos, consejeros, etc., pero solo el Señor que envió a su hijo Jesús para dar vista a los ciegos, libertad a los cautivos y salvación para todos; nos puede guiar en esta etapa de la edificación del templo. El plan es de Dios y es bueno, a pesar de los intentos del enemigo de corromper el plan de Dios. Así como David discipuló a su hijo, debemos discipular a nuestros hijos e hijas, tanto en el sentido humano como en el sentido de Cristo. Hacemos esto un hijo e hija a la vez, cambiando la forma en que nos vemos y servimos los unos a los otros.
En segundo lugar, el Señor es quien completa la obra en nuestra vida: "No te dejará ni te abandonará hasta que hayas terminado toda la obra del templo del Señor." Nuestros contratiempos y fracasos no le impiden terminar los planes que Él dispone en su corazón completar. Jesús vino para hacerlo y dejó muy clara su misión en estas palabras: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor”(Lucas 4: 18-19 NVI). También ha dejado en claro que cuenta con nosotros para que lo hagamos: "Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre." Ningún poder de este mundo puede detener a Jesús. (Juan 14:12 NVI). Cuando hizo esta declaración, sabía que algunos de los "hacedores" inmediatos eran débiles y no tenían el estatus social aceptable para usarlo como plataforma. La única calificación como condición que Él estableció, en ese entonces o ahora, es la fe en Él. Nosotros, los hacedores de hoy, también somos débiles e imperfectos y Dios todavía confía en nosotros para hacerlo.
En la vida de Cristo, encontramos el ejemplo de lo que hacemos a través de Ministerios Nazarenos de Compasión (MNC). Durante estos tiempos difíciles, la iglesia nos informa sobre la participación en la misión y el impacto en la vida de muchos en todo el mundo.
438 052 personas han sido atendidas por proyectos nazarenos.
66 áreas mundiales han sido beneficiadas gracias a la respuesta nazarena a la pandemia.
257 distritos participan en ministerios relacionados con la pandemia.
3500 iglesias proporcionaron asistencia para servir a sus comunidades.
El informe más reciente de MNC dice: "Las Iglesias del Nazareno de todo el mundo están proporcionando asistencia de manera orgánica para servir a la mayor cantidad de personas necesitadas. Este número incluye solo aquellos que informan a través de NCM".
Por el poder del amor de Dios y su maravillosa gracia, unidos, debemos mejorar o incluso cambiar la forma en que ofrecemos la respuesta, no solo a la pandemia física sin también a la maldad humana que causa sufrimiento, pérdidas, falta de respeto, discriminación y división. Juntos, en obediencia al Dios que conocemos, lo lograremos.
- Junta de Superintendentes Generales